por Alfredo Lindley-Russo
Como tenía que ser resucité. Todo se
fue dando para que me sentara aquí y así, justo en el mismo día en que me
encontré a un amigo en la calle y me dijo "te paso este dato, a ver si
algún día te dispones a volver a escribir algo en tu blog". En la sala
escuchando Sargent Pepper's Lonely Hearts Club Band, la obra maestra
musical del más grande genio del rock and roll vivo de los Siglos XX-XXI: Paul
Mc.Cartney; para escribir sobre la última pieza de otra obra maestra (aún en
construcción) como es la saga más trascendente de la Historia de Cine de la Ciencia Ficción: “STAR WARS
- Episodio VII: El despertar de la fuerza” cuyo estreno en el cine se acaba de
producir hace ya bastantes minutos. Me tengo que confesar. Aunque me gusta
muchísimo el “relato novelesco que abarca las vicisitudes de varias generaciones de una
familia” (definición de “saga” según el Diccionario de la Real Academia
Española de la Lengua), más específicamente, de la familia Skywalker, no soy
fanático de STAR WARS. Nunca lo fui. Ni si quiera soy fanático de las películas
de ciencia ficción, y aunque no me disgustan, mi exigencia en cuanto al
requisito de credibilidad de la historia, es muy alto: para que sea verosímil,
no puede tener un solo elemento de inverosimilitud. Pero no se preocupen, que
tampoco soy un spoiler (término que aprendí a usar en castellano en los últimos dos días). No
les pienso arruinar la experiencia. La tienen que vivir, sentir; y, si no les
dejara hacerlo en su máxima dimensión me estaría entregando al lado oscuro de
la fuerza: algo que ahora sé, que también tiene un lado humano. Tampoco soy uno
de esos poseros que se obligó a soplarse toda la maratón de STAR WARS por CINEMAX
desde hace una semana con la sola intención de enterarme qué nave es de los
buenos y qué nave de los malos. Solo fui un atento oportunista que consiguió la
entrada por casualidad. Ni si quiera sabía que la entrada que había comprado
era para una sala en 4D (la mejor inversión sin duda alguna).
Cuando me acomodaba esos incómodos
anteojos de plástico barato y contaminado en mi discreta nariz, me tomó por
sorpresa un corto animado sumamente humorístico de la interacción de una
conejita joven y acelerada, un aletargado oso perezoso como vendedor de tienda
y una astuta zorrita que controla la situación con pura estrategia. Una pequeña
distracción, un muy corto apagón y la súbita aparición de las primeras notas de
una obra, musical magistralmente ejecutada por una banda sonora que
lamentablemente sentí que fue decayendo con el transcurso de la película: ¡re,
re, re, sol! Y frente a mí saliéndose por la pantalla las letras gigantes que
han sabiamente permanecen sin “actualizaciones” aparentes, contándonos la
historia en un oppening
scroll ascendente que se pierde en las
profundidades de un mundo interestelar concebido por George Lucas, quien por
primera vez desde que se estrenó el “Episodio IV: Una Nueva Esperanza” en
1977, le pasa la batuta a un nuevo director J. J. Abrams quien, a mi neófito
parecer, no solo ha sabido responder a semejante reto y honor, sino que tuvo
el atrevimiento de asumir el riesgo de decepcionar a los fans intentando
filtrar pequeños homenajes a las seis películas antecesoras.
Tenía que escribir esto, así que
saqué mi celular y anote algunas ideas que ahora doy forma en esta Piedad. No
lo hacía desde la última que entrada del 13 de junio de 2014 con ocasión del
Mundial de Fútbol. Aunque no es tan melancólico como cuando R2D2 (“Arturito”,
para el pavazo que siempre lo llama así) le arrancó a los asistentes de la sala
un intenso “ohhhh…”; este texto sí lo escribo con melancolía suficiente como
para reconocer finalmente que todo tiene un ciclo y que el ciclo de Por Piedad
Intelectual, ya acabó. Al guardar el celular en el bolsillo del pantalón
recordé que quería anotar “Ejecución magistral de la obra de apertura”.
“Ya para la próxima”, pensé.
La emoción llega a sus límites más
altos y aparece la primera escena. La ansiedad calma al público. Y solo se mira
la pantalla con subtítulos flotantes en medio de la sala. Definitivamente, los
efectos no solo te involucran con la película, sino que prácticamente hace
formar parte de ella como un testigo presencial de las batallas de rayos laser
que se van sucediendo. Se suele decir que las batallas son inhumanas. No lo sé.
Nunca he estado en una de ellas. Pero supongo que debe ser verdad. No tendría
porqué ser diferente. Pero la verdad es que la batalla de la película fue más
humana que nunca. No sabía que podía tener conciencia un strormtrooper, o un soldado imperial, o sea, los famosos soldaditos blancos del bando
de los malos que se pelean con los Rebeldes, como Han Solo y Chwubaca, quienes
cuando hicieron su impactante aparición por primera vez en la película me
acordé nuevamente que estaba en el cine porque todos me hicieron notar su
presencia con un sonido masivo de nostálgica emoción.
El atrevimiento de J. J. Abrams pasaba por conjugar lo real con lo fantástico en una armoniosa y
equilibrada combinación de los nuevos efectos especiales, con escenarios y
locaciones, evocando las películas anteriores y revistiendo las escenas de este
film con un olor añejo que hacia darme cuenta de que esta tercera triología ha venido cuando
le tocaba venir: luego de diez años desde que se estrenó la el “Episodio III:
La Vengaza del Sith”, que cuenta la historia de cómo el malo más famoso de la
película (el abuelo Skywalker) se pasa al lado oscuro luego de haber sido
un Jedi. "Tengo que escribir sobre esto". Volví a sacar ni
celular. Y nuevamente al guárdalo en el bolsillo, volví a recordar de la
anotación pendiente.
Pero no todo podía ser color de rosa.
A diferencia de sus antecesoras, en esta se ponía muy en evidencia
algunas incongruencias. Desde el primer rodaje, muchos de los avances
tecnológicos que proponía STAR WARS, fueron fuente de inspiración y guía para
otras invenciones de la vida real. Y ahora parecía prometer lo mismo cuando se
muestra cómo es que la tecnología en la industria alimenticia ha avanzado tanto
que la levadura permitiría tener al pan listo para ser consumidor a los pocos
segundos y sin introducirlo en ninguna caja o ser sometido a algún tipo de
radiación. Pero a continuación, un nuevo personaje, Rey (recolectora de chatarra del planeta Jakku) se ve en
problemas cuando no puede alcanzar los mandos del copiloto de la nave que
piloteaba. Otra cosa que no me gustó y creo que le podría bajar puntos
como una película de culto, es la introducción de la gringada esa en que
Harrison Ford dispara hacia atrás sin ver… ¡Esa no me la creo J. J. Abrams! “Tengo
que escribir sobre esto”.
Además, supongo que para algunos fanáticos el hecho de que el droide BB-8, versión moderna y esférica de R2D2, a diferencia de este último "silbe" dejándose entender con excesiva claridad; y, de que historia no ofrezca nuevas ideas: un droide perseguido por la República esconde un un mensaje vital para la rebelión y en su escape, antes de regresar con su antiguo propietario, se topa con quien luego será el nuevo Jedi (Rey); y por una extraordinaria coincidencia los personajes se encuentran unos a otros en lugares remotos de la galaxia y terminan involucrados en una guerra en la que, eventualmente, se enfrenta un padre con su hijo. "Tengo que escribir esto". Por tercera vez saqué mi celular. Apunté lo que tenía que apuntar y al guardarlo, por tercera
vez, me olvidé en anotar mi apreciación sobre la música.
Pero no olvidemos que estamos en una
Piedad, entonces, toca soltar la pregunta que siempre hacemos hacia el final:
¿qué tiene que ver todo esto con la propiedad intelectual? ¡Pues un huevo! Pero
ya no lo voy a decir.
Mis queridos lectores, este viaje ha
sido una travesía enriquecedora. Le agradezco a mis co-bloggers Viana y Daniel
de quienes aprendí muchísimo sobre esta materia que nos apasiona tanto a los
tres, pero creo que es momento de darle una muerte digna a esta página que
personalmente me ha regalado tantas sensaciones: alegría, excitación, estrés,
cansancio, diversión, escape, pasión… en fin, a este Blog que apareció hace
algunos años en el seno de la Comisión de Signos Distintivos del Indecopi,
donde nos conocimos los tres; y, que como uno de esos héroes de STAR WARS que
muere joven por defender una causa tan romántica como la rebelión encabezada
por la General Leia que había alumbrado al hijo de
Harrison Ford y que es "el malo" del Episodio VII, el villano
más debilucho de todas las películas rodadas hasta ahora, si me lo preguntan. “Tengo
que escribir sobre esto”, pero me quedé sin batería.
Al regresar a mi casa reproduje mi CD
(algo que ya parece vintage) de los Beatles,
me senté a redactar y hasta este punto ya alcancé tres páginas en Word y me
burlo de mí mismo cuando recuerdo que en el cine pensaba "ahora sí
podría escribir una Piedad corta como me lo exige Viana". Lo siento
amiga, te volví a fallar y te vuelvo a pedir perdón. Así que ya no voy a seguir
escribiendo más porque, es posible que se me aparezca Daniel con una espada
laser de juguete (que de hecho ya se compró) queriéndome mutilar la mano como
al hermano de Leia, Luke Skywalker.
Y entonces, ¿la propiedad
intelectual? Ya se estarán preguntando ¿Dónde queda? Estimados lectores, nos
han acompañado por más de 125 Piedades, creo que están en plena capacidad de
identificar los aspectos de Propiedad Intelectual que pueden involucrar a esta
Piedad; y si no, pues nunca es tarde de empezar a revisar algunas de nuestras
publicaciones anteriores…
Y ahora ¿cómo titulo a esta piedad?
“No me pidas adiós, no me pidas piedad”, “Starwarsiando”, “Último
Post-Póstumo”… ya decidiré cuando encienda mi celular y vea mis anotaciones...
La buena noticia es que esto es un
blog y no se borra. O sea, que en cualquier momento si nos provoca en un
futuro, podremos publicar algo más… pero por ahora "¡QUE LA FUERZA LOS
ACOMPAÑE!"