A principios del año, leí la noticia: Disney Adventures, operador turístico de Walt Disney Company, incluyó al Perú entre los destinos que podrán elegir sus usuarios para sus programas de vacaciones familiares que se realizarán a partir de 2010 (como verán, este post ya lleva mucho tiempo esperando su publicación). Sólo Perú y Ecuador (con el destino de islas Galápagos), figuran en estas promociones dentro del bloque de Centroamérica y Sudamérica. Eso me hizo pensar…
Brasil: fútbol y carnaval. Argentina: Maradona y tango. México, es tequila, aztecas y Cancún… todo con sombreros de charro. Francia, el centro de la perfumería fina. Italia igual a moda. Japón y Alemania, son alta tecnología. Esas son marcas de país.
Es como si tuviéramos un vino de primerísima calidad y lo presentáramos en un vaso descartable; y la verdad, es que mejor se vende un vino aceptable en una copa de cristal. Esa es una primera deficiencia, aunque debemos reconocer que en los últimos años hemos mejorado un tanto en estas cuestiones.
El segundo gran problema, es la insuficiente segmentación del mercado turístico. Con todas las deficiencias señaladas, el Perú no deja de ser un destino relativamente caro, ya que se está posicionando como una experiencia única: un viaje exclusivo. Pero si apuntáramos a diferentes tipos de consumidores y no solo al que nos dirigimos hasta ahora[1], los proveedores de servicios turísticos podrían diferenciar precios y explotar al máximo nuestros recursos.
La Organización Mundial de Turismo distingue tres grandes grupos de motivos que impulsan a realizar viajes turísticos: ocio (vacaciones, cultural, deportivo); motivos profesionales (congresos, convenciones, conferencias, simposios, asambleas, misiones comerciales, etc.) y otros (turismo religioso, estudiantil, científico, de grandes acontecimientos ocasionales como exposiciones universales, festivales artísticos, conciertos, gastronómico, turismo verde, etc.).
En el Perú, todavía no aprovechamos toda nuestra capacidad turística como lo podríamos hacer. Hay espacio para desarrollar el turismo deportivo en el mar, ríos, lagos, montañas, etc.; y si bien hay algunos avances en el turismo culinario, turismo de aventuras y turismo verde, éstos son todavía tímidos. Tenemos un potencial enorme por explotar. En el Perú hay un pasado cultural e histórico atractivo (diez destinos UNESCO, legado incaico, pre-incaico y herencia colonial), diversidad de flora y fauna (Manu, Tambopata, Huascarán, Túcume, Paracas, etc.), gente hospitalaria, destinos naturales reconocidos por expertos aventureros y deportistas (surf, andinismo, canotaje, trekking, ala delta, parapente), una impresionante variedad gastronómica que muestra la variedad de culturas que tenemos en las distintas regiones de nuestro país, etc. Pero todavía nos falta afinar el producto-destino.
Cuando el mundo piensa en Perú, el 80% lo relaciona con un destino histórico-cultural, un reducido 13% con un destino relacionado con la naturaleza o la biodiversidad y solo un insípido 7% como un destino turístico de aventura. ¿Y lo demás?
Además, ya no hacía falta contar con un diseño moderno que nos ponga en vitrina, que le grite al mundo “¡el Perú está cambiando!” y que está en la senda del desarrollo… necesitabamos reinventarnos para mostrarnos hacia el extranjero.
Entendemos que el objeto de la nueva marca país PERU (cuya virulenta difusión en la web ha sido exitosa… por lo menos para los peruanos) deberá ser justamente aglutinar todos estos mensajes que como país queremos que el mundo escuche, y así conseguir que el planeta nos reconozca como algo más que tan solo un destino histórico-cultural, relacionado con la naturaleza, la biodiversidad o la aventura… pues somo mucho más que eso.
De lograr ese posicionamiento internacional podremos aprovechar nuestros recursos, todavía inutilizados, generando beneficios importantes y ayudarnos a salir del subdesarrollo reactivando la economía.