Por: Alfredo Lindley-Russo
 
Ok, lo reconozco. Por lo general, escribo mucho. Pero esta vez me voy a limitar a utilizar un ejemplo a partir del cual se puedan mostrar las distintas implicancias existentes en materia de propiedad intelectual que se pueden presentar en un solo caso. ¿Preparados? Entonces, empecemos y miren este video:
 

¿Locazo, no? Bueno, les cuento que en el Perú, específicamente en el distrito de Barranco, podemos encontrar a un artista ambulante que con un talento casi idéntico al que Matt Sorensen muestra en el video, apacigua el paso de los transeúntes que, por las noches, cruzan el puente de los suspiros y quedan atónitos con el hábil manejo de las latas de pintura y del fuego incitado por el aerosol dirigido con destreza.

Pero para no incumplir mi promesa, vayamos al grano: el video. Lo primero que destaca es la creación de una obra (de arte) usando una técnica particular. Algunos se estarán preguntando si es que nuestro local artista barranquino vulnera algún derecho de Matt Sorensen o viceversa; o, quizás, ambos están afectando los derechos del creador de esta técnica. Bueno, pierdan cuidado, las técnicas no se protegen, así que cualquiera puede hacer un uso libre de ellas en la creación de una obra. Lo que se protege, es el resultado de la aplicación de dicha técnica, esto es, la obra propiamente dicha.
 
Un segundo tema que destaca es la música de fondo. La canción “Champagne Supernova” de la banda británica Oasis también es una obra (musical), y para poder utilizarla en esta sincronización (entendida como la incorporación la obra musical en la obra audiovisual), es necesario obtener la autorización respectiva.
 
Un tercer tema, es el video que por su parte constituye otro tipo de obra (esta vez, de tipo audiovisual) que goza también de derechos independientes.
 
Ahora, imaginemos que la obra de arte que creó Matt Sorensen, es utilizada como un signo que identifica el origen empresarial de un producto o servicio determinado. En este caso, la obra también puede fungir como una marca. En el Perú, uno de los casos más conocidos de obras que también se han protegido como marcas, debido a la cobertura mediática que tuvo, es el recordado pececito azul, abanderado de una alegada “inmoralidad”, EL PEZWEON. Y si seguimos imaginando, podríamos considerar la posibilidad de que esta marca lo que pretende distinguir es un producto nuevo, con altura inventiva (es decir, que no es obvio) y susceptible de ser aplicado en la industria. De ser ese el caso, el nuevo producto podría ser patentado y también gozar de un derecho de exclusiva (es decir, que nadie más podría producirlo).
 
Pero no imaginemos demasiado y pisemos tierra. Veamos como se monetiza la propiedad intelectual a favor de sus titulares. Porque, ¿de qué sirve tener varios certificados emitidos por el Indecopi colgados en la pared, sino eso no se traduce en algún beneficio?
 
Hasta hace 45 minutos que estaba buscando en internet algo sobre lo cual escribir, no conocía a Matt Sorensen. Solo conocía a mi compatriota que vive de su arte bajo el manto de la noche barranquina… aunque su nombre me es una incógnita porque la firma que consigna en su cuadro, no me permite identificarlo. Y aunque Sorensen está físicamente más lejos, creo que me podría ser más fácil tomar contacto con él, para comprarle una obra. Sin mayor esfuerzo encontré su pagina web y una muestra de sus obras que se encuentran a la venta. En cambio, si quiero contactar al artista local, tengo que darme una vuelta por Barranco y tener la suerte de que esta noche no haya elegido una esquina diferente.
 
De ese modo, el mercado potencial de Sorensen es más grande. No se limita a unos cuantos parroquianos, sino que se extiende a todo el planeta. Y si su demanda es mayor, el precio de sus creaciones también es mayor. Seamos más específicos. Yo mismo, luego de quedar lelo por unos 20 minutos mientras admiraba, en vivo y en directo, la metamorfosis de un estéril cartón blanco en una verdadera obra de arte, al tiempo que devoraba un tibio anticucho con ají, he pagando un monto equivalente a US$ 8,00 por una pintura similar a las que Matt Sorensen vende en su página web US$ 25,00. Sin duda, habría que conocer cuántos cuadros vende cada uno para tener una idea más completa del asunto. Pero por lo pronto, el precio ya nos está diciendo algo.
 
¡Demonios! Miren cuánto he escrito ya. Lo siento, no pude cumplir mi promesa y les he mentido sobre la extensión de esta Piedad. Es decir, he cometido una mentira piadosa. Así que mejor, me callo de una buena vez. Buen fin de semana…

 

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